miércoles, 18 de marzo de 2009

LA INMORTALIDAD - M. Kundera

Es uno de los libros que mas me abrió la cabeza y que no se puede dejar de leer nunca.
Estos fragmentos los encontré por ahí. Pidanlé prestado La Inmortalidad de Milán Kundera a ese amigo al que aún no le han choripaniado ningún libro y verán lo que realmente y a precio de muerte significa no querer devolver un libro nunca mas.



"Cuando era pequeña el padre le enseñó a jugar al ajedrez. Le había llamado la atención un movimiento que recibe el nombre de enroque: el jugador cambia en una sola jugada la posición de dos figuras: pone la torre junto al rey y desplaza al rey hacia la esquina, al lado del sitio que ocupaba la torre. Aquel movimiento le había gustado: el enemigo concentra todo su esfuerzo en amenazar al rey y éste de pronto desaparece ante sus ojos; se va a vivir a otra parte. Soñaba toda su vida con ese movimiento y soñaba con él tanto más cuanto más cansada estaba."

"Cuando murió su padre, Agnes tuvo que preparar la ceremonia fúnebre. Querí­a que el entierro fuera sin discursos y consistiera sólo en la audición del adagio de la décima sinfoní­a de Mahler, que le gustaba particularmente a su padre. Pero era una música terriblemente triste y Agnes tenía miedo de no ser capaz de contener las lágrimas durante la ceremonia. Le parecí­a insoportable la idea de sollozar delante de la gente y por eso puso el disco del adagio en el tocadiscos y lo escuchó. Por primera vez, por segunda vez, por tercera vez. Aquella música le recordaba a su padre y ella lloraba. Pero cuando el adagio sonó en la habitación por octava vez , por novena vez, el poder de la música habí­a perdido su filo; cuando hizo sonar el disco por decimotercera vez, no le emocionó más que si hubiera escuchado el himno nacional paraguayo. Gracias a aquel entrenamiento consiguió no llorar durante el entierro.

Es parte de la definición de sentimiento el que nazca en nosotros sin la intervención de nuestra voluntad. En cuanto queremos sentir (decidimos sentir, tal como Don Quijote decidió amar a Dulcinea) el sentimiento ya no es sentimiento, sino una imitación del sentimiento, su exhibición. A lo cual suele denominarse histeria. Por eso el homo sentimentalis (es decir, el hombre que ha hecho del sentimiento un valor) es en realidad lo mismo que el homo hystericus.

Lo cual no significa que el hombre que imita un sentimiento no lo sienta. El actor que desempeña el papel del viejo rey Lear siente en el escenario, a la vista de todos los espectadores, la tristeza de un hombre abandonado y traicionado, pero esa tristeza se esfuma en el momento en que termina la función. Por eso el homo sentimentalis, que con sus grandes sentimientos nos avergüenza, acto seguido nos deja pasmados con una inexplicable indiferencia."


"...¿Cómo vivir en un mundo con el que uno no está de acuerdo? ¿Cómo vivir con la gente si uno no considera suyas ni sus penas ni sus alegrías? Si sabe que no es parte de ellos.
...es una pura ilusión pretender empezar en medio de la vida una "nueva vida" que no se parezca a la anterior, empezar, como suele decirse, desde cero.
Su vida estará siempre construída del mismo material, de los mismos ladrillos, de los mismos problemas, y lo que en un primer momento les parece una "nueva vida" resultará muy pronto ser una simple variación de la anterior.
Cuando la persona es joven, no es capaz de percibir el tiempo como círculo, sino como camino que conduce directamente hacia delante, hacia paisajes permanentemente cambiantes; todavía no intuye que su vida sólo contiene un tema; lo comprende en el momento en que su vida comienza a componer sus primeras variaciones."

No hay comentarios: